Tres años que han supuesto un antes y un después; tres años de comunicaciones a medias, de entendimientos a medias.
Hoy empezamos a poner cara a nuevos compañeros, a familiares, a visitas… a los que no conocíamos sin la mascarilla de por medio (tendremos que volver a presentarnos).
Más de tres años de sudores diarios (de gota gorda), de miedos, de incertidumbre, de distancias…
Más de tres años en los que las veces que se nombra la palabra «residencia» en la prensa no suele ser precisamente por cosas bonitas… Y esas noticias sensacionalistas, señores y señoras, nos hacen daño a todos.
Algunos llevamos años luchando por convertir las «residencias» en auténticos hogares, donde seguir cumpliendo sueños, proyectos de vida, nuevas relaciones… Porque nunca es tarde, si lo que importa es vivir con calidad de vida, cumplir sueños y hacer que vivir merezca la pena.
Hoy, decimos adiós  (esperemos que para siempre) a las dichosas mascarillas. Esas que de alguna manera nos distanciaron (aunque estuviéramos cara a cara), pero que a la vez, nos salvaron de algo peor.
Si algo nos ha enseñado la pandemia es que debemos resistir, persistir y nunca desistir…y aunque vengan tiempos complicados, al final (siempre, siempre) sale el sol.
Nos vemos con una sonrisa en la cara .